Tiempo de canallas
- Luis Alfredo Brambila Soto
- 30 oct 2022
- 2 Min. de lectura
Enrique Santos Discépolo compuso un tango icónico titulado Cambalache. Lo han interpretado grandes cantantes como Carlos Gardel y Joan Manuel Serrat.
Cambalache ilustra una realidad que Enrique Santos ubicó en el siglo XX: “hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador, todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor (…) los inmorales nos han igualado”
Si en el siglo XX los inmorales nos igualaron, en el siglo XXI nos han superado y desplazado. Los sitios y lugares destinados para aquellos que se comportaran de acuerdo a una serie de criterios morales más o menos consensuados entre todos, y que además fueran benéficos para el colectivo, ahora los ocupan aquellos que hacen precisamente lo contrario.
Ejemplos hay muchísimos, pero el más reciente y sonado nos los dio el ex alcalde de Mazatlán, el Químico Benitez y el Gobernador Rubén Rocha Moya, quien incorporó al ex alcalde después de que este haya recibido una denuncia en su contra en la Fiscalía del Estado por presunto daño patrimonial.
Lo más temible de este tipo de hechos es la desfachatez y despreocupación con los que se realizan. Saben que no habrá consecuencias, ni políticas ni legales. Y nuestra nula capacidad de asombro, nuestro desinterés y nuestra complicidad terminan por dejar el camino libre para quienes no tienen empacho de transgredir toda decencia o principio legal.
Definitivamente son tiempos de canallas, para ellos son las victorias, el aplauso y el poder. Nunca antes había tomado tanto sentido lo expresado por Heminwgay: “las mejores personas que poseen la disciplina para decir la verdad, la capacidad de sacrificio. Irónicamente, sus virtudes los hacen vulnerables” y perdedores.
Solamente en un tiempo en donde estos predominan puede entenderse que premien con un puesto público a alguien señalado por desfalco. O incluso, solo así puede entenderse que un perro camine por las calles de Zacatecas sosteniendo una cabeza humana en el hocico. Solo en tiempos de canallas suceden cosas así.
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