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Sobre las expectativas | Columna de opinión por Alfredo Brambila

  • Foto del escritor: Luis Alfredo Brambila Soto
    Luis Alfredo Brambila Soto
  • 18 feb 2022
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 19 abr 2022


La gente cada vez cree menos en la democracia. De ahí que nazca la preferencia o interés por otras formas de gobierno o el desprecio a lo que una democracia es y la compone.

Soy de la idea de que este descontento obedece a lo que Aguilar Rivera denominó una “cruda democrática”. Generaciones y generaciones han crecido escuchando que la democracia es la panacea a nuestros males, que es capaz de corregirlo y resolverlo todo.

Aunado a eso está la creencia de que un gobierno puede resolverlo todo. Que encarna más o menos tres virtudes: omnipresencia porque puede estar en todas partes; omnisciencia porque todo lo sabe y omnipotencia porque puede hacer cualquier cosa.

Resulta que no es así y nunca ha sido así. Los gobiernos cada vez están más limitados y obligados a lidiar con otras fuerzas que entorpecen su labor con las que tienen que negociar para llevar a cabo cualquier tarea: empresarios, medios de comunicación, grupos sociales y demás.

Sin embargo, a pesar de la evidencia los candidatos y gobernantes insisten en utilizar la misma narrativa, asumiendo que van a transformarlo todo y con ello generando altas expectativas en lo que la ciudadanía espera de sus gobiernos. Dichas expectativas no se cumplen y con ello aumenta el descontento.

El presidente de la república es el más claro ejemplo de esto. Llegó al poder aprovechando el descontento sistemático y utilizando la misma narrativa de que él iba a cambiarlo todo. Al cabo de 3 años nada de esto ha sucedido.

Y más allá de las afectaciones políticas que puede generar a su partido y a su propio capital políticas las repercusiones negativas de utilizar a la mentira lo trascienden. Sus resultados abonan al descontento ciudadano y democrático.

El razonamiento es simple: si el que prometió que iba a cambiarlo todo a fuerza de pura voluntad y honradez ha empeorado todo ¿tiene sentido seguir creyendo en los políticos, partidos políticos o la democracia?

Descreer de la democracia es un peligro. A pesar de sus defectos ha demostrado ser el régimen que menos coarta la libertad y permite los cambios en el poder sin derramar sangre. Este momento que vivimos: de libertad de expresión y derechos humanos es una excepción histórica. La tendencia de nuestra especie ha sido vivir en regímenes políticos que garantizan lo contrario.

Por eso es tan grave que nuestros políticos utilicen la mentira y jueguen con expectativas destinadas al fracaso como un mecanismo para acceder al poder. Cada que mienten y cada que vez que plantean expectativas destinadas al fracaso nos empujan a las tinieblas de las que recién hemos salido.

Se necesitan narrativas, versiones y planteamientos sobre lo que se puede lograr desde el gobierno y con la política que aunque menos rentables sean más reales. Y nuestro compromiso por entender y asumir que ningún político va a resolvernos la vida.

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