Reseña "Antes del fin" Ernesto Sábato
- Luis Alfredo Brambila Soto
- 7 jun 2022
- 2 Min. de lectura
Cuando a Sábato le indicaron que debía de ir con un psicoanalista porque estaba al borde de la locura tajantemente respondió que no lo necesitaba, que a él solo lo salvaría el arte.
Esa era la visión y el valor que le confería, creía que este era el único medio por el cual el hombre podía expresar su angustia y su desesperación, lo única capaz de captar la totalidad de su espíritu. Particularmente leer y escribir –después pintar-, decía Sábato que era lo que le ayudaba sobrevivir. Por eso coincidía con Artaud: “no hay nadie que jamás haya escrito, pintado, esculpido, modelado, construido inventado, a no ser para salir de su infierno”.
También Sábato, al estilo de Dostoievski (a quien admiraba) creía que tener consciencia, es decir, existir y saber que se existe –a diferencia de los animales que no lo saben- es realmente doloroso y trágico. Lo expresaba así en una de sus sentencias más populares. “Creo que nada tiene sentido. En un planeta minúsculo que corre hacia la nada desde millones de años, nacemos en medio de dolores, crecemos, luchamos, nos enfermamos, sufrimos, hacemos sufrir, gritamos, morimos y otros están naciendo para volver a empezar la comedia inútil”.
Su pesimismo se acrecentaba con las condiciones en las que percibía que estaba el mundo. Lo conmovía profundamente el hambre y la violencia a la que estaban expuestos los niños. Renegaba de esos contrastes absurdos entre los recursos destinados al armamento nuclear y la falta de pan. Le preocupaba sobremanera el sometimiento del hombre por las máquinas que el mismo creo. El hombre como instrumento de sus instrumentos que lo ha llevado a abandonar toda conexión con su sensibilidad, sus emociones y su espiritualidad.
Fundamentalmente miraba con preocupación a las generaciones jóvenes y el descreimiento en el que están inmersos. Creí que de ahí emanaban las adicciones, la drogadicción, los trastornos alimenticios, el suicidio.
En congruencia con todo esto abandonó las más altas esferas de la física, y contra toda protesta y reticencias decidió consagrar su vida a la literatura. Uno de sus ex colegas le advirtió que solo le perdonaría la “traición” si lograba escribir algo mejor que la montaña mágica de Thomas Mann, pero pasó de largo la grandeza de Sábato, que era tanta que el mismo Thomas Mann se impresionó con una de las primeras novelas de Sábato: el túnel .
A pesar de sus pesares Sábato invitaba a los jóvenes a no abandonar los ideales, creía que solo así se podían poner a salvo de una terrible existencia. Además de invitarlos a poner en el epicentro de sus valores a la solidaridad, creí que esa era la principal vía para corregir el rumbo del mundo. De esto último él fue una muestra, vivió practicando una solidaridad incansable siempre en favor de los menos privilegiados costara lo que costara: puestos, amistades o desprecio. Entre todo lo que podemos aprender de Sábato está el hecho de que el bien es un fin en sí mismo.
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