
Que nos cuenten que nos expliquen | Columna de opinión por Alfredo Brambila
- Luis Alfredo Brambila Soto
- 20 nov 2021
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 19 abr 2022
Una palabra que se ha puesto de moda es narrativa. Mas menos está palabra hace referencia a la explicación y o descripción de un acontecimiento o un suceso. Por ejemplo, si hablamos de porqué nuestros niños en el país padecen obesidad, una narrativa sería decir que se debe a la colusión de empresas y gobierno para permitir que sigan fabricando dulces. O la falta de educación nutrimental.
Las narrativas han estado presentes en toda la historia de la humanidad. Generalmente han ocupado el lugar de explicarnos porqué estamos aquí y cuáles son las causas de nuestros problemas.
Las dos narrativas que generalmente han estado en disputa y nos han acompañado es la religiosa y la científica. Las dos explican lo mismo: de dónde venimos, pero con sus claras diferencias. Ya saben, la existencia de un dios que nos creo a nosotros y nuestro mundo. Y, por otra parte, la existencia de un big bang que dio origen a todo lo que conocemos.
Han existido otras narrativas secundarias y que han dado origen a importantes acontecimientos. Tal es el caso de la narrativa que vende el socialismo sobre la desigualdad y la pobreza. Que el paraíso terrenal y la igualdad se alcanzara si existe un gobierno fuerte que reparte equitativamente los bienes. O su contraparte el capitalismo que afirma que la felicidad y el pleno desarrollo de las capacidades de las personas solo se dan en condiciones de libertad para producir, crear y consumir.
Todo parece indicar de que a pesar de nuestro desarrollo y crecimiento como civilización no nos podemos desapegar de nuestra necesidad de que nos cuenten de que nos expliquen. Decía Kant que la historia de la humanidad es la historia de la impaciencia, y que ante la duda y la incertidumbre compramos cualquier narrativa que calme esa duda.
Lo preocupante es que en nuestro contexto parecen triunfar las narrativas que anulan toda responsabilidad en el individuo y nos posicionan siempre como víctima de algo: un sistema, una conspiración, un grupo o una mafia. Y pareciera permear un ambiente donde si alguien señala lo contrario, o pasa por un insensato y que carece de empatía o en su defecto está del lado de los verdugos.
A la necesidad de que nos cuenten y de que nos expliquen parece que se le ha sumado la necesidad de que nos justifiquen, de que no nos responsabilicen.
Коментарі