Nuestra ciudadanía y nuestro descontento: de la no representación y nuestra incomprensión
- Luis Alfredo Brambila Soto
- 25 may 2022
- 10 Min. de lectura
Actualizado: 25 may 2022
Seudónimo: Zavalita
Ensayo vivencial reconocido como uno de los cinco mejores en el Concurso Nacional "Por ciudadanías Incluyentes" organizado por el Instituto Nacional Electoral (INE).
En preparatoria descubrí lo que era la real politik. No lo que está en el papel y el idealismo sino el verdadero funcionamiento de nuestras instituciones. También tuve una muestra del rol que los jóvenes desempeñamos en los procesos decisorios que nos implican y el valor de nuestras opiniones.
Tenía si acaso 17 años, era estudiante de la preparatoria Carlos Marx de la sindicatura de Costa Rica perteneciente al municipio de Culiacán. Esto como resultado de haber asumido la representación de los alumnos de mi escuela en el órgano de decisión de mi universidad: el H. Consejo Universitario, mismo se componía por el director, el maestro y un alumno de cada plantel.
Celebrábamos sesión aproximadamente cada dos meses. La mayoría de las cosas que en ese momento votaba ni siquiera las comprendía, pero me llamaba la atención que todas las propuestas siempre eran aprobadas por unanimidad. Hasta que entendí porque. Previo a una de esas sesiones mi director me dijo muy serio: “te tengo que pedir algo”. Me explicó que en esa sesión iban a elegir a los nuevos directores de los planteles y que él me indicaría por quien votar una vez que recibiera un mensaje de texto en su celular con el número de candidato que había que tachar. Recuerdo no haberle dicho nada y al momento de elegir solo procedí a tachar la abstención. Elegimos cerca de 25 directores para las escuelas de mi universidad, previo a cada votación leían brevemente el currículum de cada aspirante y había que elegir al 1 al 2 o al 3 (según el número de aspirantes por escuela). Cuando anunciaban los resultados ni siquiera mencionaban mi abstención.
Esta experiencia me marcó. Me di cuenta que mi voz no contaba ni era tomada en cuenta, y tampoco la de los otros jóvenes que integraban el Consejo Universitario.
Así que cuando vi la oportunidad de hacer algo no titubee. Corría el año 2013 y ya en la universidad, en nuestra clase de Derecho Constitucional nuestra maestra nos asignó la tarea de presentar una iniciativa de ley ante el Congreso del estado sobre el tema que quisiéramos. Convencí a mi grupo que propusiéramos una iniciativa de reforma a la ley de nuestra universidad que modificara el sistema de elección y fueron los mismos alumnos y maestros de cada plantel que eligieran a su director.
El tema emocionó tanto que decidimos iniciar una campaña para convocar a los alumnos de la universidad a firmar y respaldar la iniciativa. En todo el proceso nos acompañó nuestra maestra y su esposo, se encargaron de convocar a medios y nos asesoraban cuando teníamos dudas respecto a que hacer.
Cuando pasábamos por los salones a convocar a los alumnos, los maestros nos pedían que abandonáramos las aulas y muchos otros nos intentaron convencer de que desistiéramos. Todo eso motivado por la afectación que estábamos haciendo a determinados intereses.
Se creía que el mecanismo de elección que existía se había diseñado para que cada director que se eligiera asegurara un trabajo proselitista para un partido local vinculado a la universidad y del que un exrector de mi universidad era el presidente.
Cuando las cosas se empezaron a poner turbias nuestros maestros desaparecieron y varios de mis compañeros desistieron. Así que decidimos entregar la iniciativa con las más de mil firmas que recaudamos. Ahí murió el movimiento. No entendimos porque nuestros maestros simplemente se esfumaron y dejaron de atender nuestras llamadas.
Entendí que nuestra opinión y nuestros intereses no formaban parte del proceso decisorio. Y mucho menos los procesos de elección se configurarían de tal manera que fuéramos incluidos.
Dos años después -ahora era alumno de tercer grado- se repitió un escenario similar. Uno de mis compañeros que había sido parte del movimiento fue elegido consejero universitario de mi facultad. Como todo miembro del consejo iba a votar en el proceso de renovación de rector (que en ese momento iba a reelegirse) y bajo el argumento de impedir o denunciar la imposición convocó a un grupo de amigos suyos, vinculados al Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) a reventar la sesión de consejo e impedir que se llevara a cabo, pero de nueva cuenta los maestros que nos habían apoyado en nuestro movimiento para modificar el proceso de elección estaban detrás de ellos. Recibí una llamada de la dirección, el entonces director me pidió que interviniera y hablara con mi compañero para que se diera cuenta de que estaba siendo utilizado otra vez y que su intentona de reventar la sesión iba tener afectaciones políticas para la escuela. Conversé con él. Entre los alumnos estaba la opinión compartida de que estaba siendo manipulado, pero hay quienes también compartían su causa. Le sugerí que realizara una votación, que al final él tenía que asumir que representaba a todo un alumnado y que tenía que consultar el sentido de sus decisiones y de sus acciones. La realizó el mismo y avasalladoramente más de 500 alumnos le dieron la razón y menos de 50 la negativa. El ejercicio fue poco transparente y nada imparcial. Acordamos volver a repetirlo y previo haríamos un debate de porqué deberíamos apoyar su manifestación y porqué no. Mi argumento fue simple: si en realidad estuvieran motivados por cambiar la situación del método de elección la protesta la dirigirían al Congreso del Estado y se retomara la iniciativa de ley que ya habíamos propuesto. El resultado cambió, ganó llevar a cabo el movimiento, pero ahora por una diferencia de 30 votos.
Cuando realizamos el debate hubo una serie de cosas que me sorprendieron. En pleno ejercicio mi compañero me refirió que yo estaba haciendo eso porque quería una beca para un intercambio internacional y quería que me dieran mi título antes de tiempo y sin hacer trámite y que me había vendido a la dirección. Repitió constantemente: “eres parte de la mafia del poder”
Sus amigos difundieron la misma versión. A día de hoy mientras escribo este ensayo no he tramitado mi título y jamás me fui de intercambio (ojalá). Me sorprendió como un ejercicio democrático lo convirtieron en una campaña de difamación y no respetaron las reglas del juego democrático.
Más o menos por esos días me sucedió otra cosa del mismo calado que me simbró. Yo mantenía una relación con una chica y ella había hecho un intercambio a España. Acordamos un zoom para vernos y ponernos al día. Recuerdo que le compartí emocionado que ese día presentaría una propuesta de capacitación política con unos miembros del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Justo terminé de decirle y la llamada se cortó. Inmediatamente me mandó un mensaje diciéndome: “ya no quiero hablar contigo. Siempre dije que nunca andaría ni con un ruso ni con un priista”. Resolvimos la situación, pero continuamente debatíamos y discutíamos sobre las propuestas políticas y planteamientos de Andrés Manuel López Obrador entonces precandidato a presidente por parte del Movimiento de Regeneración Nacional.
Siempre me quedaba estupefacto porqué no lograba entender como ella, una mujer con sus capacidades intelectuales y sumamente culta creía en los diagnósticos que él hacía de los problemas, o que la corrupción era una cosa que se resolvía con voluntad y que toda la culpa de los problemas la tenía el PRI o la mafia del poder. Me resultaba preocupante los pronunciamientos del entonces candidato, mis años en la universidad me decían que los problemas públicos eran mucho más complejos que eso, que polarizar o establecer una diferenciación entre buenos y malos contribuía a anular el diálogo o los acuerdos y que en nuestro país había cosas dignas de rescatar, por ejemplo, las transiciones democráticas que habíamos vivido y que eran producto de haber consolidado un órgano electoral (al que atacaba constantemente el candidato). Pensaba que ella creía esas cosas porqué su formación le impedía entender el funcionamiento del sistema político (yo era estudiante de políticas públicas y ella de mercadotecnia).
Pero luego mi tesis se derrumbaba al ver que mis compañeros de aula compartían y compraban también ese discurso. Supe que no era una cuestión de formación y que había otra cosa que no lograba entender. Menos entendía aún que mis compañeros de aulas y de movimiento se hubieran convertido en promotores de MORENA y creyeran las mismas cosas que mi entonces novia.
A partir de estas experiencias decidí que trataría de entender la forma en las que los jóvenes nos relacionamos con la política y el ejercicio de nuestra ciudadanía.
Hasta el momento he logrado construir dos hipótesis:
1. Nuestro descontento con la democracia es producto de una falta de representación de nuestras problemáticas en las agendas partidistas e institucionales.
2. Nuestra vinculación con la tecnología nos ha vuelto proclives a comprar versiones simplificadas de los problemas públicos que enfrentamos y con ello ser presa de discursos de esta naturaleza.
En México habitan 41, 772, 929 millones de jóvenes (INEGI.2020) Esto es el equivalente
a la población de 16 estados del país. De los cuales 26, 121, 041 millones se encuentran
registrados en el padrón electoral y pueden ejercer su derecho a votar, representando cerca
del 30% del mismo (INE.2020). De estos la mayor identificación partidaria es con el
Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) con un 24.20 % (OIJ.2018). La
mayoría de mi sector (54%) votó por este partido para la presidencia del país en 2018. Este
apoyo mayoritario hacía un partido que ha cumplido la función referida por Aguilar Camín
de “haber hábilmente sabido canalizar el hartazgo y el descontento ciudadano” es síntoma
de un descontento generacional con la democracia. Esto es coincidente con lo que reveló
Latinobarómetro (2018) refirió que las y los ciudadanos de los países de América Latina entre más jóvenes eran, tenían mayor tendencia a apoyar el autoritarismo. O que los jóvenes
de nivel secundaria en México, ya que el 69% de ellos se pronunciaron a favor de apoyar
una dictadura militar a cambio de que esta garantice orden, seguridad y beneficios
económicos (ICCS.2016).
Este descontento es en parte producto de que a mi generación les ha fallado lo que de acuerdo con Ziblatt (2018) es un principio fundamental de la democracia: “traducir los problemas públicos en políticas públicas concretas a fin de darle solución” así como mi voz y la de mis compañeros de universidad fue ignorada para decidir quién dirigiría nuestra escuela. Lo mismo sucede con los problemas o versiones de estos que construyen los partidos políticos. Al menos hay tres problemas fundamentales que atraviesa mi generación: condicionas laborales, la imposibilidad de formar un patrimonio y el deterioro de nuestra salud mental. Desarrollar estos problemas sería tema de otro texto, pero de manera sintetizada podemos referir que los padecimientos de depresión y ansiedad se sitúan principalmente en los rangos de edad de los 14 a los 34 años (INEGI. 2020). De manera más específica, 2.5 millones de jóvenes ubicados entre 12 y 24 años padecen depresión, es decir, el 6% de este sector está deprimido (UNAM.2020). De ahí que “en los jóvenes de 20 a 29 años se presentan las tasas más altas de suicidios” (INEGI.2018). Y por otra parte en el tema de del empleo y patrimonio podemos decir que En México, los mecanismos de transición a la vida adulta están rotos. La narrativa con la que los jóvenes hemos crecido compuesta por tres momentos: ir a la escuela, conseguir un trabajo para después independizarte del hogar paterno es irrealizable. Esto ha generado que los jóvenes estemos en una especie de limbo, pues a pesar de estar en edad para separarse del hogar paterno y poder formar una familia, se ven obligados a permanecer ahí precisamente por la falla de los mecanismos de transición a la vida adulta que socialmente se les ofrecen.
Nuestro salario promedio es de $7952.00. Además, 6 de cada 10 jóvenes que cuentan con un empleo lo hacen en el sector informal por lo que no cotizan y no pueden acceder a créditos hipotecarios (INEGI.2019).
Estos problemas no están representados en las agendas de los partidos políticos y de las instituciones. Esto se demuestra con la revisión de las diez plataformas electorales que registraron los partidos ante el Instituto Nacional Electoral (INE) para el proceso electoral del año en curso, en estas solamente un partido hace referencia a las tres principales problemáticas juveniles que refiero. Y el resto, a excepción del partido Fuerza por México, solo menciona la condición laboral de la juventud mexicana. Reconociendo que las plataformas electorales condensan el reconocimiento de los problemas públicos del país que tienen los partidos políticos y su posible tratamiento es pertinente afirmar que los partidos políticos que configuren los diferentes espacios de representación y de toma de decisiones no incluirán en sus agendas gubernamentales los principales problemas de la juventud mexicana. Incluso la revisión del Programa Operativo Anual del año 2020 y el 2021 del Instituto Mexicano de la Juventud (IMJUVE) arroja prácticamente los mismos resultados. A excepción del año 2021, que alude acciones para atender la salud mental de los jóvenes en México, no se encuentran planteamientos ni diagnósticos para sus problemáticas.
Por otra parte, se ha vuelto una tendencia de nuestros políticos, fundamentalmente de los caracterizados como populistas tal y como advierte Vallespín (2016) que tienden a presentar versiones simplificadas de los problemas, soluciones sencillas a problemas sumamente complejos, mismas que socializan una y otra vez para que la ciudadanía las
crea. Es debatible si Obrador o MORENA pueden caracterizarse como populistas, pero es
claro que presentan versiones simplificadas de los problemas. Por ejemplo, que la
corrupción se iba a terminar con su ejemplo y su respectiva multiplicación (Gallegos.2018)
Esa simplificación es propia de las redes sociales y los formatos de publicación en estos: tweets de 280 caracteres, histories que duran 15 segundos o memes que sintetizan una realidad que es mucho más compleja que lo que ahí se expresa. Mismas de las que los principales usuarios somos los jóvenes. En este uso ejercitamos y entrenamos habilidades ligeras, pero con ello como advierte Baricco (2018) estamos perdiendo la fuerza muscular para enfrentar y entender la realidad. En cambio estamos constantemente difuminándola y buscando sustituirla con representaciones ligeras que adaptan sus formas y contenidos a nuestros dispositivos móviles o a las redes sociales .
A base de entrenar habilidades ligeras –se empieza a pensar– estamos perdiendo la fuerza
muscular necesaria para el cuerpo a cuerpo con la realidad: de aquí una cierta tendencia a
difuminar esta, a evitarla, a sustituirla con representaciones ligeras que adaptan sus
contenidos y los hacen compatibles con nuestros dispositivos y con las redes sociales. Lo
mismo hacen los políticos con los que nuestra generación se identifica.
Esto último contribuye a que el descontento juvenil con la democracia y el reconocimiento de su ciudadanía en ella se acrecenté, pues al hecho de que sus problemáticas no se encuentran representadas en las agendas partidistas y gubernamentales, se le suma la interrogante y la incomprensión de creer que si todo es tan fácil y simple de resolver como dicen los políticos por los que mayoritariamente votamos ¿por qué nada cambia? ¿Por qué nuestro gobierno no transforma todo cómo dijo? Y entonces, el descontento crece aún más.
Fuentes de información
Baricco, Alesandro. The game. 2012. Anagrama. México
Gallegos, Zorayda. Lopez Obrador y su utópica propuesta contra la corrupción. El país.
Dirección en línea:
https://elpais.com/internacional/2018/06/05/mexico/1528152744_392051.html consultado
el 24 de noviembre del 2021
Instituto Mexicano de la Juventud (IMJUVE). 2021. Programa Operativo Anual.
Dirección en línea: https://www.gob.mx/imjuve/documentos/programa-anual-de-
trabajo-2021-del-instituto-mexicano-de-la-juventud consultado el 16 de noviembre del
2021
Instituto Nacional de Geografía y Estadística. 2018. Estadísticas a propósito del día
mundial para la prevención del suicidio (datos nacionales). Dirección en línea:
https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/aproposito/2018/suicidios2018_
Nal.pdf Consultado el 16 de noviembre del 2021.
Instituto Nacional Electoral (INE). 2021. Lista nominal. Dirección en línea: https://listanominal.ine.mx/scpln/ consultado el 10 de diciembre del 2021 Instituto Nacional Electoral (INE. 2021. Plataformas electorales. Dirección en línea::https://www.ine.mx/actores-politicos/plataformas-electorales/ Consultado el 5 de diciembre 2021
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