'Culiacanazo': resignados y condenados | Columna de opinión por Alfredo Brambila
- Luis Alfredo Brambila Soto
- 15 ene 2023
- 2 Min. de lectura

"La resignación se encarga de arreglar casi todo:
poco a poco se forma una suave costumbre del dolor (...) No son las revoluciones, sino las resignaciones las que han permitido al hombre que viva"
El enemigo de todo cambio o transformación es la resignación. Cuando nos resignamos frente a una situación estamos condenados a permanecer en ella.
Resignados. Esa es nuestra condición frente al narcotráfico y sus derivados -como el culiacanazo-. Hemos asumido que estamos sumidos en el porque no hay de otra. Nada que se pueda hacer. Es una hidra de mil cabezas que se reproduce infinitamente por más que la descabeces.
El narcotráfico existe porque hay siempre gente dispuesta a consumir droga. La gente es pobre y los jóvenes no tienen oportunidades, entonces no tienen de otra más que tomar el arma, subirse a la moto y aceptar su dinero. Resignados.
Creemos que es imposible no contribuir a enriquecerlos porque los restaurantes, plazas y comercios de nuestra ciudad les pertenecen. Aunque sabemos o sospechamos de eso vamos ahí porque sencillamente no hay de otra.
Nuestra resignación es tanta que no nos hemos preocupado en demandar -menos en crear- alternativas o rutas para que los más jóvenes construyan para sí otros caminos y otras formas de vida.
Estamos tan resignados que nada de lo que sucede nos inmuta. Pueden matar a un hombre en la fila de las tortillas por un simple reclamo la noche del 24 de diciembre. La imagen del narcotraficante más conocido del mundo puede estar de fondo en los festejos de nuestra ciudad o en los premios de nuestra feria familiar (un cuadro del chapo era el premio en las canicas). La casa de la esquina de nuestra casa puede ser un laboratorio de fentanilo. Pueden incendiar la ciudad. No pasó ni pasará nada.
No hay ámbito de nuestra vida que no esté salpicado de esa resignación. Para alcanzar el éxito en la música regional hay que cantar para ellos y de ellos. Para alcanzar el poder político hay que sentarse a negociar y pedirle permiso a los jefes. La hija se va a casar con un narco, el hijo quiere ser uno y no hay nada que hacer.
Estamos resignados y por eso condenados a que el próximo jueves o el siguiente vuelvan a pintar de negro el cielo.
Estamos tan resignados que yo al que el narcotráfico ha arrebatado -como a muchos otros-algunas de las cosas más preciadas que tenemos estoy dudando si tiene algún sentido escribir esto.
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