Columna: El juego del calamar, ¿qué nos dice?
- Luis Alfredo Brambila Soto
- 1 oct 2021
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 19 abr 2022
El juego del calamar es la serie más vista en Netflix y está por convertirse en la más vista en la historia de la plataforma. Creo que además de su excelente producción y el auge del anime y las series coreanas, ha sido tan popular y atrayente porqué habla de nosotros, de nuestras formas de vida y hay importante lecciones en ella. Que lo identifiquemos o no, alguna parte de nuestro cerebro lo registra. En el capítulo 2 aparece en escena un libro: "teoría del deseo" de Lacan. Sin ponerme engorroso hay dos ideas en el concepto de deseo de Lacán que embonan aquí: el deseo lo solemos confundir con necesidad. Pero la diferencia entre ambos es que la necesidad se satisface y el deseo es insaciable. Y el deseo siempre está motivado por una ausencia, lo que deseamos tener va a remediar o pretende remediar una falta o una ausencia. Nosotros hemos confundido necesidad con deseo. Hay cosas que solemos creer que necesitamos, pero en realidad son deseos y por eso nunca estamos satisfechos. Creemos que necesitamos un celular, creemos que necesitamos mucho dinero, creemos que necesitamos lujos o cosas materiales, pero en realidad son deseos, y como tal son insaciables. Por eso siempre buscamos más y más. Y en esa búsqueda no nos importa comprometer nuestra salud o nuestra vida. No nos importa autodestruirnos. Así como lo hacen los convocados "al juego del calamar". A los jugadores no les importa arriesgar su vida a cambio de obtener dinero, que en su mayoria lo utilizarán para pagar sus deudas. Mismas deudas que contrajeron por la creencia de que necesitaban más dinero. El perfil de los jugadores es ese: un apostador de carreras, un traficante, un inversor, una defraudadora. Todos querían más dinero y lo querían fácil. Esto es aún más palpable en nuestro contexto. Pensemos en las personas que se inmiscuyen en el narcotráfico. Lo hacen buscando dinero aún a sabiendas de que tarde o temprano eso les costará la vida. Por otra parte, es paradójico que aquello que fue una fuente de felicidad y entretenimiento en la infancia (el juego) hoy que son adultos, representa lo contrario. Todos los jugadores compiten en sus juegos de la infancia y perder en ellos les ocasionaba la muerte. El juego representa diversión, sencillez, la representación de que no se ocupa mucho para ser feliz, pero ya de adultos ponerse frente a esa situación es una fuente de sufrimiento, angustia y ansiedad. Vivir pues en la sencillez, en lo simple y en el no necesitar lo material es algo impensable, es casi suicida. Olvidamos lo que aprendimos en la infancia: no se necesita mucho para ser feliz. Esto lo demuestra de manera contundente el jugador 001. Él se confiesa tan aburrido y nostálgico, que a pesar de tener todo el dinero que alguna vez imaginó solo quiere volver a sentir la alegría y experimentar la diversión que tuvo y vivió de niño. Algo similar dijo Rene en la canción que fue mundialmente escuchada por nuestra generación: "que no me importan las giras, los Grammy. Y que en la calle 11 quiero volver a ver el cometa Halley con mami. Quiero volver a cuando mis ventanas eran de sol y me despertaba el calor. A cuando me llamaban pa'jugar. A cuando rapeaba sin cobrar (...) en verano y navidades limpiar la casa con mis hermanos escuchando a Rubén Blades (...) quiero volver a sentir cuando no tenia que fingir. Yo quiero volver a ser yo". Por último, me parece importante otra lección que nos da esta serie. Cuando uno de los jugadores pide que se vote para la cancelación de los juegos, a penas ganó esa postura con un voto y prácticamente hubo un empate. Es decir, la mitad estaba dispuesto a morir y seguir compitiendo por el dinero. Esto demuestra el hecho de que las mayorías se equivocan, que mucha gente respalde una postura no significa que sea la correcta. Que si en una sociedad abundan los individuos ambiciosos, resentidos, corruptos e incongruentes las decisiones mayoritarias también serán así. El juego del calamar nos reafirma lo que ya sospechábamos: vamos por la senda equivocada. Volvamos al juego. A lo que aprendimos en la infancia: que no necesitamos lo que creemos necesitar y que la felicidad florece a la sombra de la sencillez.
コメント