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Columna de opinión • De Pablo Escobar y su hijo.

  • Foto del escritor: Luis Alfredo Brambila Soto
    Luis Alfredo Brambila Soto
  • 16 oct 2021
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 19 abr 2022


El viernes 15 de octubre el Secretariado Ejecutivo del Sistema Estatal de Seguridad Pública que dirige el Ing. Renato Ocampo Alcántar convocó, como parte de sus tareas de prevención, a una conferencia dirigida a estudiantes, donde el conferencista fue nada más y nada menos que el hijo del narcotraficante más famoso del mundo: Pablo Emilio Escobar Gaviría.

Primero es importante destacar la postura de esta institución frente a los problemas de violencia en Sinaloa. Dichos problemas se tienen que reconocer y hablar de manera explícita. En el SESESP se ha hecho así y el mensaje con esta conferencia es claro: tenemos un problema serio de narco cultura con los jóvenes de nuestro estado. De ahí la importancia de que escuchen un testimonio claro y directo de las verdaderas implicaciones de estar y ser parte de ese mundo. Sencillamente nada es como lo pintan.

Sebastián Marroquín, que antes era Pablo Escobar, se tuvo que cambiar el nombre a fin de poder evitar el señalamiento del que era objeto por ser hijo Pablo Emilio Escobar Gaviría, además, claro por su seguridad. Fue contundente al decir que quien vive y está en el mundo del narcotráfico cambia su tranquilidad y todas sus posibilidades por cinco minutos de disfrute. Demostró que nadie, absolutamente nadie escapa de pagar las consecuencias de sus actos una vez que se inmiscuye en este mundo ¿o acaso usted conoce a alguien?

Se mostró crítico y reprobó la entronización que hacen las series de los narcotraficantes y sobre todo de su padre. Afirmó que nada es como lo pintan. Y así como han vendido esta idea las series, también lo hacen los narcocorridos y las manifestaciones culturales en Sinaloa. Hablan de los narcotraficantes como héroes, pero son todo lo contrario: villanos, asesinos y personas que solo ocasionan destrucción.

El mensaje para los jóvenes es claro: el contexto no nos puede determinar. Nadie es esclavo de sus circunstancias. Si el hijo de Pablo Escobar no decidió seguir los pasos de su padre ¿cómo por qué nosotros si seguiríamos los pasos del vecino, del tío o del primo? Que al fin y al cabo en unos pocos años estará muerto, y muy probablemente, parte de su familia también lo estará.

La parte que nos toca a todos es abandonar esta doble moral. Sí, señalamos que el mundo del narcotráfico es malo y rechazamos las drogas, pero no tenemos empacho en sentar a nuestra mesa a un narcotraficante, en escuchar narcocorridos en nuestras fiestas, en tolerar que nuestras hijas o hijos se relacionen con este tipo de personas y nosotros mismos hacerlo.

La posibilidad de que Sinaloa se desprenda de esta influencia cultural, y por supuesto del estigma que tenemos a nivel nacional y en el mundo es a través de un rechazo masivo hacia este tipo de personas y manifestaciones. Dejando de creer que, por tener amigos narcotraficantes, que por aplaudir su música, o que por tener un yerno que se dedica a esa actividad no pasa nada, pero claro que pasa. Siempre pasa que hay consecuencias ya ven donde acabó Pablo Escobar, siendo hasta rechazado por su hijo o Joaquín Guzmán enloquecido y minúsculo en una cárcel en Estados Unidos.

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